Decirse sus verdades

Ando que escribo y escribo y no escribo. Y no es por falta de ganas, quizá sí de inspiración pero más bien es porque unos piensos me andan consumiendo el talento. (¿Cuál?)

Sucede que en la H.Corporación ocurre un interesante proceso una vez al año donde, cual chat roulette pero en persona, uno se va diciendo sus verdades entre colegas durante aproximadamente dos meses.

Uno escoge de quienes te gustaría escuchar su retroalimentación y también recibe amables invitaciones para dar la suya. Y pues eso al final del día, es un regalo.

Y al verlo como un regalo, no puedo evitar echarle ganas y ahí me tienen, como mi amiga MJ piensa sus playlists, sentada frente a la computadora, con la mano acariciándome la barba elaborando sesudas sesiones de feedback que realmente nutran la carrera y el camino al éxito del otro.

Por eso me ard0 cuando leo unas cosas que ni se tomaron la molestia ni el talento de estar bien escritas o siquiera con una mínima dosis de generosidad. (Pero eso es otro post).

Es como cuando en la secu rolábamos el chismógrafo, nomás que ahora lo respondemos frente a frente y luego subiéndolo a una acusona plataforma que le manda todos los escritos al jefe.

Pero algo extraño sucede en la psique (en la mía, obvio) que lo que menos me estresa es que lo lea mi jefa sino en realmente encontrar qué puedo aportarle al otro que lo haga ser mejor, y no porque me sienta que sé todo (quizá sí) (no) pero porque pues sino qué pérdida de tiemp0. Para eso mejor me pongo a escribir mi blog. ¿No?

El matrimonio, las amistades y la vida también deberían tener sus meses de decirse sus verdades en un ambiente de neutralidad y de «ahora es cuando». Ni pex.

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