The Woman in Me, de Britney Spears

Cuando digo “me gusta leer”, creo que la gente me imagina leyendo ensayos de Susan Sontag (y debería) pero en realidad, la mayoría de las veces, estoy leyendo la cosa fácil que de alguna forma me relaje, ya sea riendo o transportándome a realidades muy distintas de la mía.

Por eso, cuando vi que Britney estaba por sacar su autobiografía dije: se compra.

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Y todo bien. Es un libro de enunciados simples donde Britney narra los hechos que la llevaron a famosos derrumbamientos como intempestivas rapadas o señales soeces a las cámaras con el dedo medio, entre otras.

Y mi conclusión, además de comprobar que el meltdown no te avisa y cae cuando menos lo esperas, frente a la mayor audiencia posible (me pasó) es que así como podríamos decir que Britney es resultado de la maquinaria mercadológica de cuando las disqueras tenían presupuestos y relevancia, también podríamos decir que su derrumbe mental (sobretodo) y profesional, se lo debemos a que esa maquinaria está sostenida sobre nuestro nada bello patriarcado tóxico que todo lo corrompe y lo destruye. Salvo si eres el privilegiado del sistema (ejem, Timberlake) que por el mero hecho de nacer blanco, cisgénero y hombre, te vuelves casi como intocable.

Si haber sufrido un colapso emocional en una sala de juntas, me está atormentado todavía 24 horas después de sucedido, no quiero pensar qué sería de mí si, de la nada, mi supuesto esposo cariñoso y protector me arrebatara a mis hijos mientras que mis padres me limitaran a decirme que soy una miseria, antes de procurar ayudarme o tan siquiera acompañarme. Creo que me raparía, de menos.

También pensé en este sistema del clickbait, de vilipendiar personas solo porque su famosidad nos da derecho, de cómo se nos hace fácil buscar el encabezado jocoso, sin detenernos a pensar que sentiríamos si eso se dijera de nosotros.

Y no quiero ponerme moralosa, yo misma sé que bajo el escudo de “autor: staff” le he dado vuelo a mi creatividad sin miramientos ni empatía.

Y admiro profundamente a quienes bajo esa presión han logrado priorizar su salud mental, y le han perdido el miedo a decir que no. Sin miedo al fracaso (esa es la verdadera valentía).

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