Cuando entras en urgencias, una de las primeras cosas que te piden es que puntúes tu dolor en una escala del uno al diez (…) recuerdo una vez, al principio, que no podía respirar y sentía que el pecho me ardía, que las llamas me devoraban por dentro de las costillas (…) una enfermera me preguntó por el dolor, y como ni siquiera podía hablar, le mostré nueve dedos.
–¿Sabes por qué sé que eres una luchadora? Porque has dicho nueve, cuando era diez.
Pero no era del todo cierto. Había dicho nueve porque quería reservarme el diez. Y ahí estaba, el gran y terrible diez, golpeándome una y otra vez mientas, tumbada en la cama, inmóvil y sola, miraba el techo fijamente, y las olas me lanzaban contra las rocas y volvían a arrastrarme hacia el mar para poder lanzarme otra vez contra el recortado acantilado, y me dejaban flotando boca arriba en el agua, sin ahogarme.
Esta vez no habrá reseña de Bajo la misma estrella porque me resulta imposible describir las distintas áreas del corazón que esta historia ha tocado, solo sé que el dolor, las despedidas e incluso el amor nunca alguien los había descrito tan bien para mí como lo hizo esta historia. Y sí, quizá no he leído suficiente poesía o literatura o quizá no sea yo la más erudita y conocedora de la historia del cine, pero no escribo para lucirme sino para contarle a alguien más, que deambula en internet, como a mí me gustaría que me contaran las cosas.
Lo que opiné de la novela en la que está basada esta película, esta aquí.
Así iba la canción que me aprendí del cuento de La bella durmiente que tenía en mi niñez. Venía acompañado del audiolibro en donde sonaban las campanillas para cambiar de página. Hoy vi Maléfica y muy dentro de mi corazón temía que fuera un bodrio. Y solo si tienes ganas de verlo así, eso será. Incluso yo compararía la película, con el personaje que protagoniza la historia. Será tan mala como se quiera ver.
La historia empieza contándonos la vida de una niña-hada, que vive en un páramo que está cerca de un castillo y en donde vemos desfilar una gran cantidad de seres mágicos que solo existen en los cuentos de hadas. Todo es felicidad hasta que el amor mal correspondido mete su cuchara. Toda esta secuencia de la pequeña Malefiquita empieza a sembrar el miedo de la cursilería que se avecina, pero aconsejo mantener la calma y las ansias por ver aparecer a Angelina Jolie.
La pequeña Maléfica se hace amiga de un niño que estaba perdido en el páramo y a quien conoce mientras él chamaco intenta robarse una piedra. Y pues aquí viene la primera lección para nuestra querida hada darks y toda la muchachada que nos acompaña: si lo conoces mientras quiere robarse algo, no es de fiar. Pero ella, cae ante los encantos del desvalido, zarrapastroso, nini (cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia) y le ofrece su amistad. Y como la mayoría de las mujeres de este reino y del mágico, se enamora. ¿Y él? Él tiene su agenda muy clara desde el primer momento: sobrevivir. Y si se puede dentro del castillo, mejor. Y lo logra, pero a un costo muy alto.
Dicen que lo peor son las mujeres despechadas y para muestra: Maléfica. No quiero contar qué le hace el zarrapastroso nini venido a más a la pobre hada darks, pero ella, en medio de su despecho y deseos de venganza, se lanza a una fiesta a la que no la invitaron (error número dos en el libro de: He’s not that into You) y se apersona para, literal, soltar todo su veneno y desquitarse de lo que le hicieron. Arma el borlote y se va. Hasta aquí está padre porque nos explican de dónde y por qué salieron todas las cosas que caracteriza a esta clásica villana de los cuentos de hadas: el bastón, el cuello de picos, el cuervo.
Angelina y Maléfica tienen algo en común. Recuerdo que hace casi 10 años vi la E! True Hollywood Story de Angelina Jolie donde su mamá decía «No entiendo por qué el mundo insiste en verla como rebelde, malvada, devora hombres, ella en realidad hace honor a su nombre, es angelical y sentimental como nadie» Y quizá sí, pero esos cuernos y dijes rellenos con la sangre de su ex marido no nos permitían ver más allá. Maléfica se encariña, compadece y siente como la más cursi de tus amigas gordas.
Estéticamente la película es hermosa, no tanto como los pómulos de Angelina que me han dejado traumada para la eternidad y la actuación de Elle Fanning hace lo justo, es sonriente, encantadora e inocente. Suficiente. Y el verdadero villano es el patán-mala-onda que no le llama al día siguiente y no le da ni para el taxi. En serio, si la historia se lleva a terrenos contemporáneos, hay que descorchar el tequila y desahogarse de los patanes de nuestras vidas, pero afortunadamente es un cuento de hadas y no hay que perderlo de vista pues así como en el mundo de los cómics, pasan cosas que no siempre son demasiado lógicas y se solucionan mágicamente.
Lo que sí considero es que por el ritmo que lleva la película, por mostrarnos ese lado humano y sensible del hada darks, le hubiera hecho justicia un final más dramático y menos complaciente. Pero hay muchas pequeñas que irán al cine y que se disfrazarán de la nueva heroína que nos recuerda que no hay malos recalcitrantes sino solo dramas y corazones rotos que nos marcan por el resto de la vida y nos vuelven tan malos como nos queramos ver.
Notas al pie: La niña de 11 años que estaba sentada junto a mí, exclamó «¡Es perfecta»!. Lana del Rey es un fail. No hay hombres guapos pero a todos nos gusta Angelina así que con eso basta.
Si en los 80, cuando veíamos el OTI y el festival Juguemos a cantar me hubieran dicho que veinte años después una mujer barbuda estaría cautivando los corazones del mundo, hubiera pagado por ir a ver esa ciencia ficción. Y está pasando. Conchita Wurst es la Monster High de la vida real. Viene a recordarnos que uno «Hace su propio juego» y simplemente a seguir las reglas que otros imponen. Y así, con barba recortada y vestido ceñido, abre la boca y suelta una voz capaz de transmitir lo que se le antoje sin que uno se ponga a pensar: ¿será mujer, hombre, quimera? Porque lo que estamos aprendiendo, como sociedad (ja) es que aquellas dos limitadas etiquetas se quedaron en el pasado y que hoy en día una persona es más que la clasificación en la que se acomode, que hay tantas etiquetas como personas y que uno crea su propio catálogo.
Aquí la entrevista con Graham Norton y su épica participación en la final de Eurovision.
A esta oficina siempre llegan sorpresas impredecibles, hoy llegó una dotación de galletas Emperador que hacen imposible la permanencia impoluta de la dieta. Y así, café y galleta chopeada en mano, me enfrenté a la crítica del New Yorker (que más bien parece escrita por una directioner enardecida) a la nueva película de mi ídola oaxaqueña Drew Barrymore y Adam Sandler, Blended (en México la bautizaron como Luna de miel en familia, para hacerle la vida imposible al diseñador, creo). Conforme la fui leyendo caí en cuenta de que, seguramente en el pasado, Adam o Drew ofendieron dramáticamente al autor, pues en cada párrafo menciona lo ofendido e insultante que encontró la película y la verdad es que creo que no es para tanto. En uno de los sucesos afortunados de este trabajo, la semana pasada justamente, fui al junket de esta película, con el profesionalísimo objetivo de ver a mi ídola recién parida y comprobar que es humana y que se incha como todas las mujeres del mundo.
La premisa de la película, en voz de su productor y protagonista, Adam Sandler es: hoy en día es muy común encontrarse con familias reconstruidas -eso es lo que significa blended– donde dos padres divorciados se conocen, se enamoran y «Qué mejor manera de celebrarlo y de integrar a la familia que con un fabuloso viaje a África». Y eso fue lo que yo percibí de manera general. Los personajes de Adam y Drew, por cuestiones del destino -y de los guiones malhechos- terminan llevando a sus hijos de vacaciones de verano a África. A un resort enorme donde tienen un sinfín de actividades planeadas y diseñadas específicamente para familias reconstruidas. Ahí, la situación empuja a que este par, acabe, obviamente enamorándose. Adam es viudo, tiene tres hijas y como típico buga genérico, las viste y peina como niños, con la ropa deportiva de la tienda en la que trabaja, mientras que Drew es una madre obsesiva y sobreprotectora con dos hijos destructores, hiperactivos y uno de ellos en el despertar de su sexualidad. Todo este viaje sucede en medio de clichés y estereotipos, del estilo: vamos a México a escuchar mariiawchi, tomar margariras y de fiewsta. Pero sinceramente, el primero que no haya estereotipado que tire la primera piedra. Hay gags que sí hacen reír, personajes plasticosos, típicos de películas de Sandler que terminan por ser parte del decorado y que te sacan una que otra sonrisa y escenas tiernas y románticas, que en lo personal, sentí que funcionaban.
La película se estrena en México hasta junio (27/06). ¿Cómo le irá en taquilla? Nadie lo sabe. Yo solo sé que si la ven mis papás, pasarán una divertida tarde de domingo y ya.
Qué risa con los nerds. Es como ver chick flicks y oír los suspiros cada vez que hay un beso o un encuentro en el aeropuerto. Los nerds también suspiran y cuando la emoción es demasiada, hasta gritan.
Bueno la cosa, según entendí va mas o menos así. Empezamos en el futuro cuando los centinelas, -unos robots enormes que se me recordaron al terminator que se hace líquido- ya con todo el mundo destruido, siguen atacando a los mutantes sobrevivientes. Pero cuando están a punto de echarse a Ellen Paige, ella les dice: llegaron tarde, perdedores o algo así. Luego nos explican que ella tiene la habilidad de enviar personas al pasado y es así como nuestro querido Wolverine, viaja al pasado para impedir toda la masacre. (Por cierto, en teoría Wolverine no envejece pero Hugh Jackman sí y urge que me corrijan ese defecto de producción). En 1973, que es al año que viaja, se encuentra con un Xavier que parece León Lárregui, en aspecto y adicciones, y con él tiene que salvar al mundo . En esta historia, el rubberman de American Horror Story es un mutante que se mueve a gran velocidad y él les ayuda a liberar a Magneto (que por cierto, es la secuencia más divertida de la película) quien está preso porque se le acusa de haber matado a Kennedy. Pero ya sabemos que Xavier y Magneto (bautizado como Erick) nunca se entienden y arman el caos que es lo que mantiene a una con la mano sudada, aproximadamente el 80% de la película. Aquí la protagonista de la historia es Mystique (o Raven -ya se parecen al Hobbit que cada quien le dice como quiere a los personajes-) y ella, con una pequeña acción es capaz de cambiar el curso de la historia y qué estrés porque todo el tiempo sentí que estaba viendo a Jennifer Lawrence desnuda y todavía no sé si me gusta o no. Sin embargo, a
quien de verdad le vemos las pompitas, por cierto, es a Hugh Jackman y ocupamos que le suban a A/C en esa escena o que regalen abanicos.
Hay un montón de referencias a las películas pasadas, así que aconsejo verlas o jalarse a su nerdo de confianza para que les refresque la memoria y puedan disfrutarla a su máximo potencial. Es ahí donde le encuentro un punto menos ante Vengadores, porque yo, en mi desconocimiento total del mundo de superhéroes, disfruté la película totalmente, tanto así que la vi cinco veces. En cambio esta, sé que si A. no me hubiera acompañado, me hubiera quedado como Cirilo gritando «¿Dé que se ríen?» en medio del cine y pues qué pena con los colegas.
Yo creo que la razón de mi no éxito en el internet es mi falta de constancia. Si tan solo me hiciera el hábito de, todos los días, pasar por aquí y soltar alguno que otro chistorete de esos que se me ocurren cuando veo gente en la calle, pues ahora mismo estaría cerrando tratos para la publicación de mis chick-lits y negociando con el productor de Hollywood que quisiera manosear mi historia. Pero la realidad es que estoy aquí, con mi gato en el regazo (digo gato, porque gata suena gacho) escribiendo en silencio, esperando el pedido del supermercado a domicilio porque, aunque la entrega cuesta 34 pesos, si voy yo al súper, gasto 200 más, soy débil. Débil e inconstante.
Hace dos semanas un sabio amigo, gurú del mundo corporate, me decía que capitalizara este cambio sustancial que tendrá mi vida profesional, que hiciera un inventario de skills y definiera qué rumbo quería que tomara mi carrera, me dijo (y eso también lo he pensado) que era esta la oportunidad perfecta para empezar de cero algo en lo que ya tenía ganas de intentar pero no me había atrevido. Así que me dio la receta que me han dado el 90% de las personas a quienes les he contado del suceso: que me pusiera a pensar.
Y de tanto pensar y pensar ya me dueeele la garganta, como cantaban la Guayaba y la Tostada en Las mañanitasalternativas de Pedro Infante. Y literal me duele la garanta, y el pecho, y la nariz, y los oídos… Me dio un gripón como nunca había sentido (welcome to the 30s) y me dormí tres días. Así. Bien padre.
Entonces sigo sin pensar y hasta ahora solo llevo dos características de mi inventario y son: débil e inconstante. Seguiremos en la pensadera.
(Léase en tonada Here comes the night time de Arcade Fire)
El 2007 fue un gran año para mí. Entre otras cosas me mandaron a cubrir un festival de música que empezaba a hypearse en Indio, California. Un año antes había escuchado de él y me había quedado con las ganas por exceso de presupuesto (chiste godín). Pero en 2007, año donde varios sueños se hicieron realidad, me tocó ir. ¡Y fue mágico! Durante dos semanas tuve la sensación de estar enamorada… de Coachella. Aquella vez, antes de los Red Hot Chilli Peppers, tocaba un grupo del que había escuchado un par de canciones que me gustaban. A los 10 minutos de concierto, caí en cuenta de que estaba viviendo algo increíble. Era Arcade Fire y su Keep the Car Running me aceleró el pulso. Esa vez regresé pensando que estaba en el top 5 de presentaciones. Luego, en mi efecto postCoachella, leí varias reseñas y una de ellas estaba escrita por el director de musicalización de Grey’s Anatomy (hey, era 2007 y era cool ver Grey’s) en donde afirmaba que Arcade Fire había sido uno de los mejores actos de ese año. No podía ser el mejor porque fue la reunión de Rage Against the Machine y nada podía ganarle a 65mil personas zarandeando el desierto con sus brincos. Años después los volví a ver en México con The Suburbs y luego con Reflektor. Los vi en el Vive Latino y sí, estuvo padre, peeeeero en Coachella, ¡santo dios!
Primero, un señor me cedió su lugar pegado a una bardita de las que usan para que no se amotine toda la gente hasta adelante. Dicha bardita tenía una banquita a 50 cm del piso. Así que esperé cómodamente sentada a que empezara el show. La bardita en realidad hacía una esquina con el pasillo central y la consola de audio. En esa T que se formaba, estaba parado Jared Leto. Vi el 90% del show incada en la bardita que me colocaba a la misma altura del señor alto de adelante, por lo que vi casi todo. Cuando Regine cantó Sprawl II en medio, lo hizo en medio de esa T por lo que la vi cerquísima y en las últimas dos canciones, me subí a la barda y vi todo de todo. Y lo mejor, cuando se bajaron a tocar con Preservation Hall Jazz Band, los vi enfrente. Esas que parecen tonteras fueron sumando emoción, emoción que a tres semanas no he olvidado y que cada que alguien menciona algo de ese momento, corro a leerlo. Y por eso mejor escribí mi versión. Todo se lo debemos a este post de @ElHyp3.
Con esta novedad empecé la semana. Una dieta de shock que prometía una drástica pérdida de peso, igual de drástica que su contenido calórico. Así la bautizamos. Día uno: comer solamente papaya. Y debo decir, que hoy, a una semana de haberla empezado, lo recuerdo como un día divertido. Al ser el día más rudo, la empezamos en domingo para no desquitar nuestras frustraciones con los compañeros de oficina. Nos enclaustramos el domingo, nos armamos de series y películas que teníamos pendientes por ver y nos concentramos. Como a las 8 de la noche yo ya sentía que me les iba; el problema es que no me gusta la papaya, entonces comía menos de las que debería. Pero logré concentrarme, y en tres episodios de Downton Abbey, acabé con el último tazón del día. Los días que siguieron no se hicieron más fáciles, es un dieta con cero carbohidratos y muchas proteínas. Descubrí que en Superama venden buenos cortes de carne, que el té de Get Lost de Republic of Tea, realmente aliviana la ansiedad por el dulce y gracias a él, a las porras y el ejemplo del novio y a mi concentración mental (eyes on the price) hoy por primera vez siento tanta emoción que hasta me quiero volver a subir a la báscula.
Mis conflictos cuando hago dietas tan rudas son salir y comer en lugares públicos pues por mucho que los restaurantes cada vez ofrezcan más opciones light, difícilmente alguna se adapta a lo permitido en la dieta. Pero hace poco aprendí de un colega publirrelacionista, que uno puede llegar al sitio y pedir el platillo adaptado a la dieta, te buscas lo más parecido y pides que quiten lo que no puedes comer, ojos que no ven, antojo que no despierta. Y si de plano no hay lo que puedes comer, lo pides, nada pierdes con intentar. (Fue muy chistoso cuando lo vi hacer eso, porque sentí un poco de pena ante el mesero pues si yo hubiera estado de ese lado, no habría evitado pensar: ¿Por qué no mejor se lo prepara en su casa? Ji, ji). Y así fue. Salí dos veces con amigos y superé la prueba sin sentir feo y disfrutando las porciones que me tocaban.
Hoy todo es felicidad y es de esos días en los que mi cuerpo me hace pensar que llegar al peso ideal es posible, ya veremos.
Mis caminatas matutinas me están acomodando las ideas. Un movimiento telúrico de orden laboral me hizo replantearme mi plan de carrera profesional, esa cosa que había metido en un cajón abajito de la zona de confort. Pero bastó una sacudida para reaccionar y voltear a ver el panorama. Al principio sentí pánico, pero conforme han pasado los días y los kilómetros caminados me he estado haciendo consciente de lo que sé hacer, de las habilidades y conocimientos que he adquirido en estos 10 años de aparente confort. Y entonces, la idea vino a mi mente. Pensar en un proyecto en el que invierta ciertos años de mi vida y que sea nada más y nada menos que mi plan de retiro. Un proyecto que llegados esos cinco años me de lo suficiente para vivir el verdadero lujo de los dosmiles: una vida cómoda sin trabajar; porque eso de trabajar doce horas diarias para poder estrenar un auto con bluetooth integrado, no es lujo, es tontería. Y allá voy.
Esta semana tocó tomar jugo verde diario en el desayuno. Alguna vez recuerdo que mi mamá me preparó uno pero sentir la baba del nopal viajando por mi paladar me provocó más arcadas que el olor a vomitada de la papaya. Así que me rendí.
Pero la nueva Piti, tiene una actitud más flexible ante esta dieta, donde los alimentos están incluidos por algo y no se verán los resultados si no intento tener algo de constancia y docilidad.
El primer día me tardé media hora en lograr la consistencia lo menos grumosa y babosa posible, pero cada día me fui tardando menos y el verdadero logro fue llegar a la textura uniforme del jugo. El primer día me quedó como gaspacho, el sexto hasta parecía de esos que vienen embotellados.
Mi proceso era: poner la media taza de jugo de toronja en la licuadora, picar el nopal, agregarlo a la licuadora y dejarlo licuando en la mínima velocidad mientras picaba el apio y luego la piña. Agregar un poco de cilantro y entonces sí, PRRRRRR, máxima velocidad y sonido de «estamos por lanzar un cohete a la luna», durante dos minutos y listo, licuado licuado. ¡Yum! Pa dentro sin pensarlo y sin dejar que se asiente nada.
El poder astringente en mi estómago, se sentía como si en vez de jugo me estuviera tomando dos cucharadas de jabón cortagrasa. Sí sentí una limpieza a fondo, pero la báscula se nos reveló y me regaló 200 gramos más. Bu.