Hoy toca hablar de los que yo llamo “marcones”. Dícese de la gente que se autovalida de manera proporcional a la cantidad de marcas que exhibe en su atuendo. Me acordé porque hace poco vino una vendedora de estudios de mercado a la oficina y lo segundo que noté de su persona, fue su bolsón Coach que vi en el outlet en 300 dólares, ¡en el outlet! En la segunda reunión apareció con una Louis Vuitton. Y no solo es la bolsa, si me pongo exquisita el calzado no baja de los dos mil pesos, anda enjoyada y su cabellera tiene más productos que una alacena de esteticista. Fuera de eso la mujer es muy simpática y hasta sencilla, ¿entonces para qué se adorna tanto? Confieso que en la universidad sí me dio por ser una marcona, sobre todo con mis playeras. Mis blusas siempre dan el statement de mi estado de ánimo o mi preferencia del momento y por lo tanto, en la universidad, que intentaba si no pertenecer, al menos pasar como normal en una escuela que parecía sala de gestación de marcones, pues caí en la trampa y lucía orgullosa mis playeras A/X, Abercrombie, Guess y otras. Hoy, a las que sobreviven, las uso de pijama y mis playeras cuentan el chiste por sí solas.
Categoría: Reflexiones
Como digo una cosa, digo la otra.

La calle Vignon y yo les deseamos felices fiestas.

Hace dos semanas me llevaron a conocer a los señores dueños de la editorial en la que trabajo. Así me presenté.
Este mundo necesita más Malamadres y menos valemadres
Sí, quizá el guión de Celda 211 tiene muchas fantasías o cosas alejadas de la realidad y te presentan una visión demasiado dulcificada de lo que seguramente es una cárcel. Pero no es eso lo más importante para mí. Lo que a mí más me gustó y me llegó (y que por eso vengo a hacerle CPR a este blog) es el personaje de Malamadre. El preso más cabrón de la penitenciaría, a quien tienen en una celda aparte y que con todo y eso, logra montar un follón (amo esa expresión), o sea arma un motín cuyo único objetivo es lograr mejores condiciones para los presos. Como él dice, no tiene nada que perder y utiliza su agilidad mental , fuerza y personalidad para lograrlo. Es un tipo que a cualquiera nos sacaría un sutazo por la pinta que se carga. Pelón, fornido, tatuado, con barba cerrada, todos esos clichés que nos hacen alzar los brazos y sacar la cartera nomás de verlos. Pero en el fondo, el hombre es un humanista. No se mancha con la gente nomás por el gusto de hacerlo sino siempre con una razón y un motivo humano. Le caga la gente gandalla y mediante su fuerza bruta defiende las causas que puede. Es un líder y desde su trinchera arma una pequeña batalla (que de antemano sabe que la tiene perdida pero que un poco de ruido no hace mal a nadie y algo bueno se puede recuperar). El problema, como siempre, es que lo traicionan y blah blah. Pero bueno, lo que me atañe es que creo que tengo algo de Malamadre en mí. Me choca la gente gandalla y que no piensa en otros más que en sí mismo. Hoy por ejemplo me enfurecí cuando alguien me respondió: “que el colaborador se espere hasta que regrese fulanita para que le paguen”. Y yo dije ¡¿QUÉ?! Claro, como no es tu dinero. Tú qué sabes si el otro tiene algún compromiso y necesita el varo, y sólo por comodidad no harás el trámite. Ufas, me enfurecí y como siempre solté la primer respuesta bruta que me vino a la cabeza (igualito que Malamadre) y como esas, varias. Claro, no es que me vaya montado follones por donde pase, pero entiendo la furia del tipo ante la incapacidad de otros de ver más allá de los dos dedos que tienen enfrente. Este mundo necesita más Malamadres y menos valemadres, digo yo.
El justo medio
¡Típico! Una se ofende porque en vez de que el objeto de nuestros desos y fantasías se fije en una, termina con otra toda X, sin chiste, ni tan guapa, ni tan simpática, ni tan inteligente, ni tan nada. ¿Qué pasa? Lógica nivel 2. Que a la hora de elegir a alguien de pareja, uno quiere eso. Una pareja. Alguien a la par con quien compartir. Sí claro, debe haber algo de admiración, pero no fanatismo. Ellos y nosotras, terminamos siendo felices cuando tenemos al lado a alguien con defectos y virtudes igual que nosotros. Hasta el mismísimo Edward Cullen y Mr. Darcy ¡tienen sus cosas! Obvio uno siempre criticará a quien nos comió el mandado, pero también siempre habrá la posibilidad de encontrar otro justo medio ideal para nosotros.