La portada de Yalitza que sí me dio emoción

Directo en el cora.

Directo en el cora.

O por qué la portada de Vogue me causó conflicto.

Una de las cosas que más me gustan de mi trabajo es el tiempo para pasear por el internet «curando contenido». Es como si te pagaran por tu hobby. Y dentro de esos paseos tengo mis destinos favoritos: Variety, EW, Bustle, Apartment Therapy, Mind Body Green, The Hollywood Reporter, entre otros.

Y fue justo en este último donde me topé con su más reciente portada protagonizada por Yalitza Aparicio, la nueva cara de México que está dando la vuelta al mundo sin un entrenamiento como actriz pero cuya interpretación ha – literalmente – robado cámara en Hollywood y el mundo.

 

 

El reportaje que ocupa la portada es principalmente una entrevista a Cuarón para diseccionar los mensajes políticos que sugiere Roma.

Pero el tema de este post es Yalitza en portadas inalcanzables y a continuación lo expongo.

Hace un par de meses las redes se volcaron ante la portada de Vogue México con Yalitza en ella vestida en couture y atrapando el lente con su actitud distante y conmovedora, como eso que tanto seduce de la Monalisa de Miguel Ángel.

 

 

 

Pero en ese momento había algo que no me gustaba.

Sí, todo estaba bien hecho, la fotografía y el estilismo fueron impecables y el dichoso couture realzaba su belleza de rasgos mexicanos.

Pero por alguna razón me parecía una decisión editorial que venía de una motivación condescendiente. Quizá no pero así lo sentí.

Ahora, con The Hollywood Reporter sentí que el corazón se me llenaba de orgullo mexicano porque por primera vez, como la misma Yalitza lo dice, unas facciones que no son vistas en los medios y menos los internacionales, ahora son presentados en todo su esplendor.

En THR Yalitza no trae un vestido exquisito de diseñador sino un blusón de Silvia Suarez (una diseñadora mexicana que apoya artesanas mexicanas) y que bien podría ponerse mi mamá o yo. Y eso hace que den ganas de decir: ahí estoy, ahí estamos. Y la foto es igual de pulcra y artística pero no se siente como un disfraz o un makeover a la Betty la fea.

Y su actitud y la personalidad que logran atrapar los fotógrafos me encanta.

Plis, Yalitza sigue demostrándole al mundo que somos bellos y que la seguridad y la actitud viene de lo que se lleva en el corazón.

 

Dibujé a mi hombre ideal y 10 años después me casé con él

La magia de la Ley de la atracción.

Este texto lo escribí para Veintitantos.com pero siento que debe tener un espacio en este blog.

Siempre había estado en el club de «los parias del amor». Pasé mis veintitantos prácticamente soltera y con muchas salidas y breves relaciones fallidas que en algún momento me llevaron a la frustración.

¿Por qué es tan difícil encontrar el amor? Me preguntaba e incluso pensaba que si siguiéramos bajo el régimen de los matrimonios arreglados todo sería más fácil.

Un día, tras una desilusión más, y después de ver El secreto y de sentir que dominaba las técnicas de la Ley de la atracción, me puse a dibujar a «mi hombre ideal».

Recuerdo que en ese momento pensé, voy a poner todo todo lo que quiero.

El el libro, Unhooked Generation: The Truth About Why We’re Still Single, Jillian Straus expone que nuestra generación se ha acostumbrado a las wishlist y las llevamos al extremo, incluso al buscar a nuestro compañero de vida. Entonces lo queremos alto, simpático, de mirada profunda y en mi caso, con específicos gustos musicales.

Y como el dibujo era un juego entre la Luna nueva, la Ley de la Atracción y yo, pues me di vuelo en las especificaciones.

Lo sorprendente pasó, 11 años después, cuando días después de mi aniversario de bodas y tras una limpieza al estilo Marie Kondo, encontré el dibujo y al compararlo con mi esposo me di cuenta de la exactitud con la que había decretado al amor de mi vida.

Incluso la estatura y la t-shirt que le había puesto coincidía. Pero la verdadera magia ocurrió el día en el que concluí que lo único que necesitaba era alguien con quien compartir mi vida, mis pasatiempos, mis gustos, mis metas, porque una sola persona ya no me era suficiente.

Y el día que abrí mi corazón y mi mente, para dejar pasar y dejarme conocer a las personas, lo encontré a él, esa persona con quien puedo compartir mi mundo, quien hace las cargas más ligeras y que hace contrapeso a mis locuras.

El amor no es un príncipe azul ni un cuento de hadas, es un día a día que nace del corazón y se construye al compartir experiencias y de construir una nueva realidad juntos.

Un día haré un libro que se llame «La magia de compartir» o algo así. Ja.

¿Por qué el método Konmari no es solo ‘tirar lo que ya no usas’?

O como yo le llamo: ¿cómo fue que el método Konmari me ayudó a procesar mis buenas o malas decisiones?

O como yo le llamo: ¿cómo fue que el método Konmari me ayudó a procesar mis buenas o malas decisiones?

TIDYING UP WITH MARIE KONDO

Ya se puso de moda Marie Kondo y su método que a muchas personas les parece muy básico: «tirar lo que no necesitas». Una síntesis alejada del concepto que hace a este método diferente y que procedo a explicar.

Mi acercamiento al tema fue diferente. Fue con una cadena de WhatsApp, el nuevo método de información de las tías como yo.

La prima de una amiga, (literalmente) me compartió una síntesis del libro La magia del orden de Marie Kondo y me llamó mucho la atención la aproximación hacia quedarte solo con lo que te da alegría y deshacerte con agradecimiento de lo que, aunque uses, no te proporciona felicidad.

Oviamente leí el libro () y en las vacaciones de fin de año del 2017, me puse a «marikondear».

Como lo vieron en la serie, saqué toda mi ropa y la puse en la sala. Me espanté. ¿En qué momento consideré que necesitara TANTA ropa? Saqué como ocho bolsas de basura llenas de ropa que no tiré, doné. Y ese primer paso me llevó a descubrir muchas cosas sobre mí.

  1. Mi inseguridad. Mucha de la ropa que compraba me gustaba en el momento y después no me la ponía por temor a que se me viera mal.
  2. Guardaba muchas cosas que me iban a quedar «ahora que baje de peso» y más bien eran un recordatorio de una meta fallida y equivocada. El chiste no lucir esbelta sino amar mi cuerpo y cuidarlo y blah…
  3. ¿Cuánto dinero no me podría haber ahorrado si no hubiera pensado mejor mis compras?
  4. ¿Por qué tengo 10 jeans y solo uso dos?
  5. Ya en serio, ¿cuántos suéteres de cuello alto realmente me pongo en el año?

Y más y más. El proceso de acomodar la ropa, doblada como lo pone en la serie, ya lo hacía pero una vez depurado, mágicamente me cupo todo.

Y es cuando las piezas empiezan a encajar como rompecabezas cuando ya lo estás terminando.

Luego el famoso «komono» (misceláneos) también fue un gran proceso porque eso en la serie no es tan evidente, pero al ir por la casa rastreando por ejemplo: medicinas, te hace ir limpiando cada habitación a fondo sin casi darte cuenta (salvo por el dolor de cuerpo porque sí es una chambota). Y luego cuando ves toda la medicina junta ¡pum! Cajas y cajas de pastillas repetidas que podrían ahorrarte mucho dinero.

Incluso encontré ¡libros repetidos sin abrir!

Dos cosas que se me quedaron pegadas en la mente y no he visto que lo mencionen en la serie (voy en el episodio 6) son los regalos y las famosas cajas organizadoras.

Los regalos: cumplieron su función cuando fueron regalados. La intención de una persona al darte un regalo era demostrarte su aprecio o agradecimiento y eso sucedió en cuanto lo recibiste. Así que si no es una obligación conservarlos por siempre sobre todo cuando son objetos que no te dan nada de alegría al verlos en tu casa.

Las cajas organizadoras: antes de salir a comprar cajas para organizar, termina de limpiar y ordenar. Un poco de la magia del orden es que te das cuenta de que tienes todo lo que necesitas y que eres perfectamente capaz de organizar con que ya hay en tu casa. La creatividad se dispara a mil.

Finalmente, llegar a tu casa y ver todos los espacios depejados, abrir tus cajones y ver todo lo que tienes es la gran recompensa a todos los días invertidos en esta labor.

Y si a usted desde niño lo enseñaron a hacer esto, pues qué suertudo, comparta el conocimiento porque dado el éxito del libro y la serie, es evidente que a muchos no nos cayó esta sabiduría.

El libro lo pueden encontrar aquí.

El Pacific Crest Trail vs. Periférico Sur

La única certeza que tenemos en la vida es el cambio. ¿O no dicen así?

Y aplica.

Hace seis meses cambié de trabajo. Si fue una buena o mala decisión, se elaborará sobre ello en otro post.

Lo que ahora atañe es todo el viaje que ocurrió alrededor.

Porque de caminar menos de 10 cuadras para ir a trabajar pasé a cruzar 10 kms diarios para llegar a la oficina.

Y además me deshice del coche para deshacerme de deudas. No las acabé, pero me eso me dio un respiro que realmente necesitaba.

Financieramente cometí muchos errores, principalmente el de la negación. El de creer que seguía teniendo el mismo ingreso en un año donde varios proyectos se cayeron. Y por eso tuve que tomar decisiones radicales.

Una de las cosas que más me atormentaban de pasar tanto tiempo «conmuting» era que lo sentía como tiempo perdido.

Entonces me acordé de los libros. Empecé intentando «leescuchar» audiolibros pero no me funcionaron porque ir viendo el paisaje incitaba a mi mente a divagar y terminaba poniendo atención a todo menos al libro.

Pero después llegué a los iBooks, entre los que tenía «Wild. From lost to found on the Pacific Crest Trail» de Cheryl Strayed. (También está la película con Reese Witherspoon por si gustan).

Las memorias de una mujer que tras vivir la muerte de su madre emprende una aventura extrema para reencontrarse consigo misma.

Ella cuenta cómo caminó casi 300kms por la costa oeste de Estados Unidos cargando una mochila que probablemente pesaba más que ella misma, enfrentando sus miedos y viviendo sin más que con lo que traía cargando.

Mi caso no es ni un 10% así de radical, pero también me tocó enfrentar mis propios miedos al transporte público y a sobrevivir el día lejos de casa a más de 10kms sin mi cochecito preciado con el que podría salir corriendo. Aquí al pie del periférico esperando el camión con la gabardina que cargo diario en la mochila, más mi comida, colación y demás provisiones que se necesitan en el día.

He tenido coche desde los 18 años, generación X donde se le inculcó a uno que el principal síntoma de éxito era hacerte de tu medio de transporte y sin concebir una vida en la que no me moviera sino era en auto.

Y quizá haya quienes digan «ay pobre clase mediera y sus crisis absurdas, no sabe nada» y quienes digan «¿Cómo, hay gente sin coche? ¿Cómo viven?», sí, lo he escuchado.

Pero al ser esto un blog personal, toca poner mi propia reflexión y darme chance y reconocerme el viaje que me ha tocado enfrentar. Agradecer a mis papás que se sobaron el lomo para que yo viviera una vida tan cómoda donde no tuviera que pisar un metro o hacerle la parada a un microbús y a mí por adaptarme a este estilo de vida si tantas neurosis ni flagelarme con la idea de haber fracasado en la vida.

Entiendo que es una etapa y que aunque ahora no me sienta como la persona más exitosa en la vida (no solo por el tema de tener o no coche sino por otras cosas mas) sé que me toca aprender una lección y estoy tomando mis apuntes.

Peace with myself.

No todo es para todos

O lo que es lo mismo, por qué cambié de trabajo a los seis meses.

O lo que es lo mismo, por qué cambié de trabajo a los seis meses.

Ja.

Me pasé.

Y me lo agradezco.

Entré a la industria musical y si me hubieran dado ese trabajo en 2004 o la oportunidad de aunque sea sacar copias ahí, se me habría volado la cabeza de felicidad y realización.

Pero ahora estaba en otro lugar.

Sí, amo la música y mucho de mi estado de ánimo del día se influye directamente por lo que estoy escuchando. Ayer, con el cansancio de seis días trabajados más allá del full time, Garbage me salvó la vida.

Pero el punto es que, ese trabajo que a cualquier otra persona, que a quien se lo contara o que incluso cuando yo lo pensaba, parecía una fortuna tener y por el que muchos cambiarían lo que fuera necesario para estar ahí, donde nace la música, no era para mí.

 

Qué fuerte. Terminaba los días, le contaba a alguien lo que había hecho (Ej., ¡le di una botella de tequila al mismísimo Noel Gallagher!) y algo faltaba no me sentía completa. Me sentía contenta pero no feliz.

Y fue mucha angustia. Por momentos creí que me estaba volviendo un millennial sin ganas de trabajar. ¡Qué susto!

Luego vino la oportunidad de volver a mi antiguo gremio, con mucho menos glamour y título nobiliario y capacidad de decisión de lo que yo había disfrutado por siete años, pero me arriesgué, me dejé llevar y lo tomé.

Y hoy, termino los días rendida, sobreinformada pero feliz.

Y sí, quizá ahora cuente que lo que hice en el día fue contar que Belinda no quiere cantar el «Sapito» pero eso es lo que me hace sonreír. De verdad que la clave está en encontrar qué te hace feliz y hacerlo. No importa qué sea. Y buscando que te paguen lo más justo por esas horas que vas a dedicar para que alguien más se haga de sus pesitos.

Qué tranquilidad.

 

 

Ay ansiedad, ya me volviste a dar

Últimamente no sé qué quiero, solo sé que quiero algo que no tengo.

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¿Me dejas hablar?

O como yo le llamo: cosas que aprendí de escuchar discutir a la gente.

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El secreto

Siempre he creído que tengo poderes.

Siempre he creído que tengo poderes.

Al menos el poder de pedir una cosa y que se cumpla. Primero pensaba que era porque tenía unos papás maravillosos que me cumplían todos mis caprichos, pero conforme ha avanzado la vida y he dependido menos de su provisión, me he dado cuenta que en gran parte es porque el universo, Dios o la vida me ponen al alcance las cosas que deseo con el corazón.

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Por ejemplo Nueva York, durante algunos años, cada vez que sentía ganas de ir, se aparecía una oportunidad, ya sea por trabajo o por ofertas, gracias a las que lograba pisar esa ciudad que tanto amo.

Así me pasó con Japón, Maili (mi gatita) y más recientemente con un libro.

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Cambié de giro laboral y me angustiaba mucho no saber tanto de la nueva industria a la que me uní. Entonces pensé: «seamos autodidactas».

Y como mi forma de aprender, debido a mi generación X, es mediante libros; busqué en iBooks y Kindle algo que pudiera ayudar. Y fue así como llegué a The Song Machine: Inside the Hit Factory que salió el año pasado, escrito por John Seabrook, un periodista de la revista The New Yorker, donde describe los últimos 30 años de la música pop. Cómo surgieron esos hits y esos fenómenos musicales así como muchos, muchos datos que estoy tratando de aprenderme como si me fueran a hacer un examen de ese libro.

Apenas llevo el 30% leído y ya siento como si me hubieran dado una clase de la industria musical. Cada vez que lo abro o lo escucho (el audiolibro está incre porque el locutor tararea las canciones) me da emoción por lo que voy a aprender hoy.

El universo me quiere y yo a él.

This little town blues

Todos tienen una razón para amar Nueva York. Esta es la mía.

La primera vez que fui a Nueva York, sucedió después de ahorrar un año de mi primer sueldo y de traer pegada, durante seis meses, una de esas calcomanías publicitarias en mi coche. Así que anduve por la ciudad anunciando Rexona Bambú y cada mes, corría a cambiar ese cheque por dólares para ir haciendo un guardadito.

Lo recuerdo perfectamente, era un viaje de 11 días, saliendo el 21 de noviembre y regresando el 2 de diciembre… del 2001. El mismo año de los atentados.

También el mismo año que aparecieron los primeros y silenciosos síntomas del trastorno de tiroides. Así que me andaba tropezando por todos lados.

Llegamos el miércoles previo al Thanksgiving Day. Fui con una amiga que tenía la tradición de ir cada año en esa fecha, así que tenía sus rituales muy claros y yo los adopté con entusiasmo.

Miércoles por la noche: ir al parque donde estaban inflando los globos para el desfile. Honestamente yo esperaba un poco de más show, y el único espectáculo fue mi manera de entrar corriendo a un Gap para comprarme un gorro y guantes pues nunca antes había experimentado ese dolor de orejas causado por los gélidos vientos neoyorkinos.

También fue el año en el que descubrí la importancia del underwear, y más que eso, de usar mallas debajo de los jeans para evitar sentir que se pierden las extremidades inferiores debido a la congelación.

Conocí The Cottage, el restaurante chino más delicioso en el que he comido en mi vida. Vayan todos y cómanse unos Spicy Dumplings a mi salud.

Además, presencié por primera vez el desfile de Thanksgiving donde la estrella era Kermit the frog.

También viví un Black Friday en la meca del consumismo, me desperté a las 6am pues si llegabas antes de las 10 a las tiendas, tenías un 20% de descuento extra; me arrastraron en una escalera eléctrica de Macys, le arrebaté a una señora una bolsa en Century XXI y caminé 10 cuadras cargando bolsas de shopping porque ya no nos dejaban subir al metro con bultos.

Viví por primera vez una nevada y descubrí que caminar en la nieve no es tan romántico, me resbalé un par de veces y también aprendí que para viajar, lo mejor es llevarse unos tenis.

Vi un Mondrian en vivo por primera vez y El Cascanueces (*llora poquito*) en el Lincoln Center.

Comí un pumkin pie en el Cafe Lalo, el restaurante de You’ve Got Email, donde Meg y Tom Hanks quedan de verse en su primera a cita a ciegas.

Obviamente pisé los sitios turísticos de rigor y experimenté el hueco emocional que dejaron las torres gemelas en el corazón de Nueva York.

Incluso me tocó ver el encendido del árbol del Rockefeller Center, con Barry Manilow cantando Rockin Around the Christmas Tree y toda la cosa. Fue mágico.

Luego, cuando encendieron el árbol del Lincoln Center, hubo un festival en el barrio con bandas de música country, obsequios del Starbucks y una fiesta en cada tienda de Broadway Avenue. Para ese día, ya estaba perdidamente enamorada de NYC.

Muchos aman Nueva York, yo también. Para mí simboliza que los sueños se cumplen, que se puede viajar aunque ganes cinco mil pesos y que cualquier cosa siempre se vivirá mejor en persona que soñando a través de escaparates.