O lo que es lo mismo, ¿qué tienen en común Trainwreck y la historia de Eat, Pray, Love? Una crisis llámese de edad, existencial o de depresión.
Y todos les tenemos miedo a las crisis. Pero el problema es que les damos una connotación negativa y nos olvidamos de todo lo bueno que traen alrededor.
Quizá sí, no son momentos fáciles, generalmente vienen acompañados de pérdidas fuertes: trabajo, familia, pareja… y aunque a la no faltará el gurú existencial que nos diga que es la forma en que la vida nos libera de cosas que no necesitamos, pues no podríamos decir que ya no necesitamos a nuestros padres, por ejemplo.
Lo que sí puedo asegurar –ya pasado el cuarto piso– es que conforme crecemos, las crisis de la década anterior parecen fáciles, pero es que la vida es como un videojuego y aunque a veces no sabemos ni cómo pasamos el nivel, cuando lo miramos en retrospectiva ya no se ve tan monstruoso. O sí, pero nos queda el consuelo de que «ya pasó».
La despeinada del 2020 estuvo recia y estoy segura de que vendrán tiempos peores, como dijeron nuestros ancestros (por algo lo dijeron) pero al final uno vive del recuerdo bonito, del apapacho oportuno y de esa sensación de fortaleza que nos queda después de la sacudida.